Semillas de la Paz/Grains of Peace
Las Semillas de la Paz, Aframomum sp., conocido también como Semilla del Cielo o Fruto de la Paz, pertenece
a la familia Zingiberaceae, la misma que el jengibre, la cúrcuma, el cardamomo,
la Korarima, o los Granos del Paraíso.
El Aframomum es una
planta perenne herbácea nativa de hábitats húmedos a lo largo de la costa de
África Occidental y África Central. Sus flores púrpuras en forma de trompeta se
desarrollan en vainas de 5 a 7 cm de largo que contienen numerosas semillas de
color marrón rojizo.
Según la historia, los
Bamilékés, descendientes de los Baladis del antiguo Egipto, se
establecieron en la región de Tikar, en el centro oeste de Camerún, desde el
siglo IX. Alrededor de 1357, cuando el único rey Ndeh murió, sus descendientes
no pudieron ponerse de acuerdo, tras lo cual, se separaron y fundaron cada uno
su propia ciudad, con costumbres y dialectos diferentes: Bafoussam y Bamoun.
Las diferencias eran
obvias, pero frente a enemigos comunes, los dos pueblos tuvieron que
reconciliarse entre sí, momento este en el que entró en juego la semilla de la
paz. Durante el rito de la reconciliación, el oráculo arrojó las semillas de la
paz a los cuatro rincones de la sala, lo cual tuvo el efecto de calmar el
resentimiento, y favorecer la cooperación.
Desde entonces, el Jujube o Djidjim, nombres con los que se conoce a estas semillas en Camerún,
ha sido utilizado como talismán por toda la comunidad para alejar a los
espíritus malignos, traer buena suerte y protegerse.
Según las creencias
populares, las principales virtudes de las semillas de la paz son afrodisíacas,
y son famosas en gran parte de África por eso, como gran estimulante del vigor
sexual. Estos frutos, también forman parte de los ritos durante la
entronización de los jefes tribales.
Hay una fruta china
que también se llama Jujube, pero su sabor no tiene nada que ver en absoluto.
La fragancia de estas
semillas, ya solo al abrir la vaina, hace entrever efluvios afrutadas y
florales, dulces, ligeramente anisadas, y con una característica frescura
mentolada que recuerda a la Korarima.
En el paladar, su
sabor es fino y sutil, con notas muy remarcadas a mandarina y regaliz.
Sus empleos culinarios
van del dulce al salado, sin límites, si bien sus cualidades organolépticas
encajan maravillosamente en lo que a postres se refiere, no en vano, los
cameruneses lo disfrutan todo el día, mascando las semillas como si de un
caramelo se tratase.
La lista en este
apartado es extensa: charlotte, babàs y cupcakes, cremas y flanes, panettone, tiramisú,
o elaboraciones con chocolate, fresa, y/o frambuesa. Merengues, coulis y
sabayones. Baklava, magdalenas, donuts, galletas, croissants, macarons, o
diversos panes, como el de jengibre, adquieren una dimensión única adicionada
con esta especia, al igual que ensaladas de frutas o cítricos.
En el mundo salado, sus
tonos dulces y balsámicos, maridan perfectamente con pato, foie u otras aves de
corral. Aporta perfumes realmente deliciosos en woks, rubs para asados, terrinas
y/o galantinas.
Su uso en pescados y
mariscos, bien sea en papillotes, en caldos cortos, o como infusión, aportará
frescura con su punto cítrico y mentolado.
Estas semillas, recién
molidas sobre verduras al vapor, emparrilladas o a la inglesa, y enriquecidas
con un generoso chorrito de aceite de oliva o avellana, marcará una diferencia difícil
de olvidar.
Sublimará el bouquet en
aliños para ensaladas, en salsas blancas, veloutés o sabayones.
Estos granos, que al
igual que otras semillas, es conveniente someterlos a un ligero tostado
previamente, pueden incluirse en el molinillo de sal o mezclarse con otras
especias, siempre y cuando se tenga en cuenta la sutilidad de su sabor.